Entre las protestas anti autoritarias de los países de medio oriente, las acampadas de los jóvenes españoles y el protagonismo juvenil que se ha manifestado en las principales demandas sociales en República Dominicana hay más rasgos comunes que diferencias.
Los españoles no están protestando contra un régimen autoritario pero sí demandando más democracia real, menos conservación de privilegios al lado del deterioro de la calidad de vida; lo han hecho contra la corrupción y la indolencia de la clase política, contra las múltiples complicidades que se han tejido para que las crisis económicas en cada uno de los países más afectados sean pagadas por la mayoría de la gente y no por los responsables y beneficiarios de las mismas.
El reclamo de Stéphane Hessel, el autor del manifiesto “Indignaos”, su rebeldía, han conmovido a muchos jóvenes europeos que se ven arrojados a un mundo que no forjaron ellos, pero cuyos costos tendrán que pagar con privaciones y frustración.
En distintas formas, la frustración y la indignación son las mismas. La ética que se reclama es idéntica.
La confluencia del malestar en la cultura, la desazón, la frustración y el enojo con las capacidades de comunicación, expresión y movilización que propician los nuevos medios y tecnologías de información está configurando el inicio de una época que augura cambios importantes en los modos de pensar y hacer la política, esa dimensión en la que se organiza y articula la voluntad colectiva.
El compromiso de las generaciones que están protagonizando estos movimientos inéditos no se apagará. Irá y vendrá en olas, pero crecerá. Estamos entrando en tiempos de cambios globales. Los grupos sociales más conectados con la escala global están aprendiendo aceleradamente de experiencias similares. La indignación crecerá. Y no será suficiente, pero sí rendirá sus frutos.
Publicado en Santo Domingo, en fecha 25 de mayo del 2011, ver publicación en Perspectiva Ciudadana
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