Desarrollo humano: cuestión de poder

1 de febrero de 2010

En nuestro país existe una amplia desigualdad y una mala distribución para que las personas puedan obtener oportunidades de desarrollo tanto al inicio como al final de sus vidas. Esta afirmación es planteada por el Informe de Desarrollo Humano en la República Dominicana 2008, entendido ésto, como “la ampliación de las libertades reales que tienen las personas para elegir lo que valoran en la vida”.

Según este documento, “en una sociedad como la dominicana, de gran inequidad social, económica e institucional, el acceso a las oportunidades está determinado por el poder individual o del grupo al que se pertenece. Esto se debe a que la sociedad no es capaz de garantizar a la ciudadanía un mínimo de capacidades y oportunidades; de forma que se garantice que el resultado en la vida esté determinado por el esfuerzo y no por la clase social, el lugar, o el sexo con que se nace.” [Informe de Desarrollo Humano República Dominicana, 2008]

El drama contradictorio de nuestra sociedad queda plasmado en la conclusión sobre la inequidad que plantea este Informe. La sociedad dominicana en los últimos 50 años ha tenido un crecimiento sostenible en lo que respecta a la economía, es decir, de la producción y distribución de bienes y servicios, mientras que en lo que respecta a los indicadores sociales más importantes, a los aspectos institucionales y de organización de la convivencia (gestión y gobernabilidad) y a la capacidad de formular, concertar y organizar nuestra acción colectiva hacia metas comunes, nuestro desempeño deja mucho que desear.

Probablemente estas deficiencias y carencias expliquen por qué la observación de las manifestaciones cotidianas de nuestra vida colectiva, de nuestro devenir como sociedad, así como de la percepción cada vez más extendida sobre lo que somos como sociedad (que se enuncia en las principales expresiones de lo que piensa y siente nuestra gente) nos llevan a concluir que en la actualidad los dominicanos y dominicanas nos caracterizamos, en términos generales, por actitudes que indican una crisis profunda en nuestras capacidades de actuar y proyectarnos como sociedad.

Y es que, si entramos en detalles, veremos que las actitudes que predominan actualmente en la sociedad dominicana oscilan como un péndulo. Por una parte la negación, apatía, desinterés, impotencia, escaso compromiso con metas sociales, dependencia o entrega de nuestras expectativas y voluntades y por la otra conductas sociales como el clientelismo, la corrupción y la perversión tanto de los roles sociales, como de las instituciones y las personas llamadas a conducir la convivencia de nuestro colectivo social.

No somos los únicos ni los primeros en advertir que el dominicano y la dominicana de a pie estamos atrapados en esa combinación de enajenación y entrega de nuestras capacidades y potencialidades: hemos cedido nuestras responsabilidades y nuestra capacidad de actuar para resolver esta situación.

Es lacerante darnos cuenta de que nos hemos sometido dócilmente a esta pérdida de noción de futuro y de compromiso colectivo, perdiendo las esperanzas de que podamos cambiar.

Mientras eso ha ido ocurriendo, segmentos cada vez mayores de población, han asumido la connivencia con prácticas de sobrevivencia y movilidad social cuyos resultados degradantes están a la vista en el incremento de la inseguridad ciudadana y social, en el deterioro de los lazos y los principios de convivencia, en la disgregación de los nexos de comunidad.

Y, como manifestación extrema de nuestro deterioro, crecientes grupos de avezados han optado abiertamente por el delito o la criminalidad como sus estrategias de realización colectiva e individual lo que explica tanto la corrupción y la tolerancia frente a ella como el avance del todas las formas de criminalidad, incluidos el narcotráfico y el lavado de activos proveniente del mismo.

No es de extrañar este resultado: es una consecuencia del déficit de poder y no sólo del déficit de poder entendido en su sentido político tradicional de capacidad y medios para influir y dirigir a otros, sino de poder en cuanto al sentido semántico más simple de la palabra como verbo que indica acción: de poder en cuanto capacidad de hacer, en cuanto potencia para actuar, en cuanto sentido de dirección propia, personal, de autonomía y visión de si mismo como sujeto.

La mayoría de nosotros sentimos que no podemos; que las cosas y tendencias que nos afectan negativamente están muy por encima de nuestras capacidades de entender, de proponernos y de actuar. Y tal percepción no es errada del todo: el dominicano y la dominicana de hoy siente que no puede porque la acumulación de deficiencias sociales e institucionales y la escasez de capital humano y capital social lo han colocado en una peculiar situación de desapoderamiento, de pérdida de capacidades y voluntad.

Una alternativa para que la gente pueda: participar significa ser responsable

Pero si este es un panorama bastante generalizado, no es absoluto: Millares, cientos de miles de dominicanos y dominicanas muestran un comportamiento y unas capacidades distintas.

Los casos de éxito en las actividades empresariales, profesionales, académicas, intelectuales, científicas, artísticas, deportivas y de muchas otras dimensiones nos muestran a dominicanos, hombres y mujeres, proactivos, tenaces, comprometidos profundamente con sus metas, su comunidad y sus aspiraciones, talentosos, responsables, visionarios, en pocas palabras: gente capaz de tener éxito en las más diversas actividades.

Lo mismo sucede con cientos de miles que forman las comunidades dominicanas en el extranjero y que proviniendo de condiciones desfavorecidas han logrado integrarse y tener éxito en países de mayor exigencia de competitividad y estándares de calidad.

Los dominicanos podemos. Los dominicanos somos capaces. Tenemos poder.

No obstante, para que la gente pueda, para que la gente se perciba a si misma como dotada de las capacidades y potencialidades hay cambios insoslayables que tienen que ser puestos en marcha. La mayoría de esos cambios corresponden a la esfera de la política pública, de la acción estatal dirigida a ordenar y moldear la convivencia para el bien común. Y son urgentes si se pretende reorientar el rumbo que nos ha llevado a la situación descrita.

Para modificar profundamente las condiciones que han dado origen a las situaciones que nos agobian hoy, es urgente también, que desde la sociedad, desde la esfera de lo que se suele denominar la sociedad civil, emerjan las iniciativas y las fuerzas que promuevan la transformación necesaria.

A aquellos que, por circunstancias que ahora no corresponde explicar, nos ha tocado en suerte vernos y construir nuestras vidas de otro modo, fuera de esas coordenadas de postración y enajenación descritas anteriormente se nos plantea la exigencia de contribuir a cambiar los factores que mantienen la situación indeseada.

Es la hora de ser parte. Es la hora de participar. Participar como el ejercicio de unos atributos que nos dan derechos de posesión y propiedad sobre la calidad de la vida colectiva de nuestra sociedad pero que también que nos exponen a los riesgos, a sufrir las pérdidas y las deficiencias.

Definir en qué participar y cómo es una tarea imprescindible. Compartamos el esfuerzo de acometerla.

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carmen salas

hola distinguido senor henrry molina,esta muy interesante su nota ojala y que todos los funcionarios de gobierno lean su nota,porque como ya sabemos en este pais no hay oportunidad para nadie a ecepcion delos que estan conectados con personas de alto rango,no es que yo este de acuerdo con las personas que a diario cometen cientos de delitos que afectan gravemente a nuestra sociedad,como sabemos en gran parte esto sedebe ala falta de oportunidad tanto profesional como laboral que se le cohibe ala gran mayoria de jovenes dominicanos,un ejemplo vivo de esta situacion soy yo,hace un ano y medio que me gradue de la carrera de derecho y por mas esfuerzos que he hecho todo hasido en vano,cada vez que me entrevisto con alguien siempre me dicen la palabra mas desagradable que se ha tornado para mi que es "yo te llamo" y nunca se realiza dicha llamada,luego me entero de que el puesto se lodan a una persona que ni siquiera se ha titulado todo por el simple hecho de que esa persona es sobrina,prima,o ahijada de un alto funcionario por el cual ha sido recomendada,entonces por eso es que estamos como estamos porque nunca ledan la oportunidad aquien se la merece y asi de ese modo nunca vamos a obtener un buen resultado de nuestra sociedad,porque no todos tenemos la posibilidad para habilitar una oficina lo cual seria uno de nuestros mayores deseos,por lo que megustaria que sedesarrollaran programas de trabajo para las personas de escasos recursos ya sea en la escuela dela judicatura como en las otras areas profesionales para que los jovenes obtengan mas oportunidad,los cursos que ofrecen en la escuela de la judicatura no benefician atodas las personas ya que tienen muchos limitantes uno de ellos es la edad,el lugar donde viven y otros requisitos que quizas para muchos es dificil cumplir,bueno escuanto de mi parte es pero que los que no tenemos oportunidad algun dia podamos tenerla. gracias.

NELFIS

Los problemas que aquejan nuetra sociedad son consecuencia del proceso de aliancion coletiva que son victimas amplios sectores. Eso tiene como consecuncia que se sientan incampaces de realizar tranformaciones y eso lo expresan en fraces como esto no lo arregla nadie, por eso tengo que pensar en lo mio primero…

estoy converncido que solo si cambiamos esa persecpcion podremos luchar contra los grandes males que aquejan nuestra sociedad, como son la exclusion social, la discrimicacion y la injusticia en que viven una gran parte de nuestros ciudadanos.