La sociedad dominicana urge por el establecimiento de una nueva gobernabilidad, pues el pacto implícito entre la sociedad política y la sociedad civil en que se ha basado el ejercicio de autoridad, de gobierno, la estabilidad y la convivencia está gravemente fracturado. Esta fractura ha sido anunciada y se veía venir desde hace tiempo. Y fue anunciada por cuantos, en los últimos años, se han enfrascado en desenmarañar las complejidades de nuestro devenir colectivo, que han recomendado cambios en las bases o fundamentos de nuestro funcionamiento como sociedad: un cambio de modelo.
Pero la clase política, desde su liderazgo hasta sus operadores de base, ha desdeñado estas cuestiones como bizantinas o académicas, reiterando, en cada coyuntura, su fe en la magia del encantamiento con voces de sirenas y la eficacia del clientelismo y la corrupción.
Lo que evidencia la amplitud y profundidad de la demanda del 4% de PIB para la educación es que la efectividad de esa conducta de nuestra clase política está tocando fondo y que antes de lo que se imaginan, nuestros liderazgos van a tener que establecer un nuevo pacto de gobernabilidad, sobre bases distintas.
Explorar la pertinencia de las propuestas recogidas por la comisión de expertos que preparó el denominado informe Attalí, en cuanto a las medidas de corto plazo para restaurar la confianza en la gestión pública y el compromiso mínimo necesario para la gobernabilidad y para que hagamos el esfuerzo colectivo de desarrollo, sería una actitud pertinente que los liderazgos dominicanos deberían acometer cuanto antes. De no hacerlo los factores que amenazan la gobernabilidad se profundizarán, perderemos tiempo y oportunidades, además de que corremos el riesgo de que el costo del proceso de cambios sea mayor.
En la inminente crisis de gobernabilidad habrá oportunidades para mejorar. Debemos aprovecharlas!
Publicada en Santo Domingo, fecha 15 de diciembre de 2010, ver publicación en Perspectiva Ciudadana
