Resulta alarmante echar una ojeada a los datos sobre feminicidios en la República Dominicana en la última década. Cada año el número aumenta para la vergüenza de una sociedad que debería estar concentrada en la acumulación de estadísticas de progreso.
Los feminicidios son la punta del iceberg de un fenómeno más extenso y complejo, el de la violencia generalizada contra la mujer.
Es un problema complejo para cualquier sociedad. Sus raíces se encuentran en dilemas socioculturales enquistados en la idiosincrasia de los pueblos; que empeoran por el efecto de los déficits económicos y educativos en países como el nuestro.
Los planes de acción y medidas derivadas dirigidas a confrontar este problema pueden ser instrumentos que aporten a la solución, pero necesitamos más:
Necesitamos un sistema que sustente acciones multisectoriales y que ataque integralmente las fuentes y causas del fenómeno, así como acciones integrales que tiendan a la erradicación del abuso que comienza contra las niñas, desde la primera infancia.
Un sistema que promueva en niños y niñas un desarrollo libre de la exposición a la violencia, como víctimas o como testigos de sus terribles efectos, pues se sabe que la exposición temprana tiene efectos en el desarrollo posterior de los perfiles de agresores y víctimas.
Es un tema de política social, con expresiones en los subsistemas de persecución y procesamiento de los agresores, de sanción judicial, de atención a víctimas y sus familias y sobre todo, de educación, prevención y establecimiento de un régimen de valores culturales que promueva y respete la condición de la mujer y no que la haga más vulnerable.
Quizás haga falta la constitución de equipos multidisciplinarios que, desde una perspectiva de derechos, enfoquen las diferentes intervenciones necesarias, su complementariedad, un sistema de monitoreo y seguimiento general y un análisis periódico de avances o resultados.
Publicado en Santo Domingo, en fecha 29 de junio del 2012, ver publicación en Noticias SIN
