Notas al regreso de Varsovia: La independencia judicial no se conserva sola

4 de julio de 2025

Entre el 23 y el 26 de junio tuve el privilegio de participar en el World Justice Forum 2025, celebrado en Varsovia, una ciudad que, como hemos comentado en otras ocasiones, ha sido protagonista de algunas de las luchas más inspiradoras por la independencia judicial en la historia reciente.

En consonancia con este hecho, el evento, organizado por el World Justice Project, reunió a líderes judiciales, académicos, representantes de gobiernos y organizaciones de la sociedad civil de todo el mundo, con un objetivo común: construir estrategias de resiliencia para enfrentar los desafíos que amenazan el Estado de Derecho.

Fui invitado a intervenir en el panel “Sistemas de justicia bajo amenaza: cómo se construye la resiliencia institucional”, y compartí espacio con colegas de distintas latitudes (Reino Unido, Brasil, Turquía, Polonia y Estados Unidos) que, desde contextos diversos, enfrentan tensiones similares. Si bien todos coincidían en que el autoritarismo sin tapujos es un riesgo contra el que hay que permanecer vigilantes, se recalcó que las amenazas actuales son más sutiles: deterioro  de la justicia por asfixia presupuestaria, descrédito sistemático, procesos sin mérito.  Es decir, la captura institucional puede venir disfrazada de legalidad.

Como mencioné en esta ocasión, la independencia judicial no se conserva sola; se cultiva, se protege y se gana cada día. No basta con proclamar principios; es necesario traducirlos en hechos. No alcanza con normas escritas; necesitamos resultados visibles que devuelvan legitimidad a nuestros sistemas de justicia. Y esto solo es posible con instituciones comprometidas, liderazgos éticos y una ciudadanía activa que exija justicia no solo para unos pocos, sino para todos y todas.

Es justo reconocer que la República Dominicana se encuentra en una posición privilegiada en comparación con otros países de la región y del mundo en cuanto a avances en justicia. No porque no tengamos desafíos, sino porque hemos logrado transformaciones visibles con resultados concretos en legitimidad, desempeño, ética y transparencia. Dicho de otra forma, entendemos que defender la justicia implica transformarla. 

Por eso hemos avanzado en esa dirección: habilitamos portales accesibles, simplificamos el lenguaje judicial y reducimos los tiempos procesales en áreas clave, demostrando que el cambio es posible cuando se convierte en prioridad.

De igual manera, la transparencia dejó de ser una consigna para transformarse en práctica estructural. Nuestros informes trimestrales, la revisión abierta de sentencias, la comparecencia periódica ante el Congreso y los observatorios públicos son herramientas que otros poderes judiciales también están impulsando, porque responden a una demanda compartida por todas las democracias.

La ética judicial, asimismo, ha dejado de ser entendida sólo como código para asumirse como infraestructura organizacional. De hecho, el Manual de Ética Judicial que presentamos en la Cumbre Iberoamericana refleja esa transformación y ya comienza a ser reconocido como modelo regional.

Finalmente, la defensa del mérito como principio rector de la carrera judicial es una convicción que trasciende fronteras: no hay justicia independiente sin jueces y juezas seleccionados por su capacidad, y no por su cercanía política o económica.

Igualmente constructivos fueron los encuentros bilaterales que tuve la suerte de mantener con los también panelistas Richard Hermer, fiscal General de Reino Unido, Paulo Mendes de Oliveira, fiscal general adjunto de Brasil; la jueza Dorota Zabludowska, del Tribunal de Distrito de Polonia, el doctor Mehmet Tank, exjuez de Turquía, y Amrit Singh, de la universidad de Stanford, fungiendo como moderadora.    

Salí de Varsovia convencido de que no estamos solos. Por muchas amenazas que tenga el Estado de Derecho, más son los profesionales comprometidos a defenderlo con su práctica diaria, con cada sentencia justa, con cada trámite eficiente, con cada juez y jueza que resiste la presión política o económica.

En un mundo en el que resurgen los autoritarismos y se desacreditan las instituciones democráticas, la justicia no puede ser una espectadora. Debe ser protagonista. No como poder dominante, sino como fuerza ética que recuerda a la sociedad que la dignidad no se negocia, que los derechos no se suspenden y que la legalidad no puede depender del capricho del poder.

Gracias, Varsovia. Volvemos a casa fortalecidos, con nuevas ideas y con el mismo compromiso de siempre: una justicia que escucha, transforma y dignifica.

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