El tránsito en Santo Domingo ilustra la situación de precariedad respecto de las normas y de nuestro apego al cumplimiento de las mismas: No tenemos seguridad de que alguien no se nos va a aparecer en vía contraria; no sabemos si al llegar a la intersección el semáforo va a estar funcionando ni si no vamos a ser sorprendidos por alguien que viole las luces rojas. Llegamos a nuestros destinos, pero a un costo de tiempo, de estrés y de incertidumbre que es insoportable. Y, lo que es peor, esa situación nos convence de que todo se vale y no hay reglas.
No se trata de que falten normas frente al tránsito de vehículos. En ese y otros campos tenemos otros problemas: insuficiente cumplimiento de la normativa existente, exceso de normas, duplicidad de órganos responsables, sobreposición de los mismos.
Quizás necesitemos menos normas pero que realmente se cumplan. Y que el no cumplimiento esté severamente sancionado. No es posible que la negligencia o el descuido de un funcionario de cualquier nivel no tengan consecuencias.
Necesitamos que se ejecute efectivamente la función de verificación y control de las actuaciones de gobierno, pero por órganos independientes, que no sean juez y parte.
Pero lo que más requerimos es desarrollar el apego a la norma, a la legalidad, por todos los actores de la sociedad. Pero eso comienza en las más altas instancias de gobierno.
Precisamos confianza, la confianza, que es la clave de la economía, viene del ejercicio de unas reglas, unas funciones y unos planes de gobierno que realmente se cumplan. De un liderazgo que trasmita prudencia, templanza, discreción y que no pueda ser imputado de connivencia con comportamientos inadecuados, ni de afición al escándalo o al espectáculo. Necesitamos un liderazgo como el de Danilo Medina.
Publicado en Santo Domingo, fecha 28 de septiembre de 2011, ver la publicación Perspectiva Ciudadana
