La semana pasada un grupo de casi cien personas, mayormente jóvenes, concluimos el trabajo de varios meses de preparación de un encuentro de reflexión que se llamó Ágora Dominicana. El equipo de los que coordinamos y los que apoyaron esta actividad con un trabajo intenso por largas semanas nos sentimos muy satisfechos en la ocasión porque las discusiones del encuentro fluyeron y convergieron en una nota crítica hacia los males de nuestra sociedad, pero con un énfasis en el compromiso personal y colectivo de actuación ciudadana.
Una semana después varias decenas de jóvenes, mucho más jóvenes que el promedio de Ágora, “ocuparon” una escuela como manifestación de su exigencia de más inversión en la educación y un reclamo puntual por la reparación de la edificación educativa.
Parecería contradictorio que protagonistas de Ágora juzgásemos la incipiente rebelión juvenil como un signo positivo, sin embargo, considero que lo que expresaron los muchachos y muchachas que tuvieron el coraje de actuar frente a la actitud arrogante de una clase política que muchas veces se coloca de espaldas a sus obligaciones de gobernanza, fue que su generación no tiene ni tendrá la disposición de aceptar pasivamente el mal gobierno.
Porque la función de gobernar es dar orden, imprimir sentido, unir voluntades y fundamentar la estatura moral de una sociedad. Y en eso, como sociedad, hemos fracasado. Y si bien todos los actores sociales y políticos compartimos responsabilidad por la sombría aventura que ha sido nuestra vida institucional, es innegable que los actores políticos son lo que más cargan con la cuenta pendiente.
Celebro que esté emergiendo ese espíritu de atrevimiento y ciudadanía activa entre los más jóvenes. ¡Eso es una esperanza! Se equivocarán, fallarán muchas veces, pero lo que están haciendo germinar nos hará mejores.
Publicado en Santo Domingo, en fecha 9 de noviembre de 2011, ver publicación en Perspectiva Ciudadana
