El respeto a la investidura de Juez

13 de julio de 2019

 

El respeto, entendido como la dignidad representada, conlleva el reconocimiento de la autoridad que emana de las Leyes, pero, sobre todo, de la comprensión del Derecho como una esfera de vasos comunicantes.

Principios, recursos, convenciones, derechos, usos, fuentes específicas del trabajo por la Justicia, confluyen en plazos y contextos, para dar como resultado los parámetros de la convivencia.

Voluntades expresadas e interpretadas que, si bien no impactan de manera directa en la forma en que nos relacionamos, logran moldear y macerar la conducta de ciudadanos y ciudadanas. Por eso, más que engalanar con entorno señorial, los rituales de respeto a la investidura, forman parte de las dinámicas que requiere la práctica jurídica para su adecentamiento. El valor de ponerse de pie ante un magistrado, es el valor de comprender que su persona, temporalmente alberga la razón del Derecho.

Es decir, la sabiduría, la justeza, la disposición que se aspira de su servicio. La grandeza de un magistrado no reside en su persona, sino en la función social y la carga institucional del poder que constituye su trabajo. Entonces, es determinante abonar la construcción de una imagen acorde con la elevada labor del servicio al Derecho y de la Justicia, desde cualquiera de sus roles.

Elevarla aún más, con el compromiso de nuestra conducta, es un reclamo unificado de nuestra ciudadanía, pero sobre todo un deber supremo de nosotros para con la tierra de Duarte, Sánchez y Mella. Nos convoca a cuidarla, servirla y respetarla como merece el sacrificio diario de quienes la sostienen y levantan.

Fray Benito Jerónimo, al referirse a la labor de los magistrados dijo: “Por todas partes debe tener bien fortalecida el alma el que viste la Toga, porque en distintas ocurrencias no hay pasión que no sea enemiga de la Justicia, y los pretendientes examinan solícitos por dónde flaquea la muralla. Aún los afectos lícitos la hacen guerra muchas veces.”

La labor del Derecho debe estar impregnada de curiosidad, diplomacia y sabiduría. Porque todas estas son formas que cuidan la resonancia del trasfondo de la Justicia, el avance de la historia para perfeccionar la convivencia. Alentar con la acción la educación, el pensamiento, la cooperación requiere trabajo en introspección, cuidando las relaciones, ejerciendo la libertad personal dentro del marco del deber ser y la norma.

Por eso los invito a leer. A no detenerse en el estudio del Derecho, de sus fuentes, principios, teorías y evolución. En ello descansa la esperanza y la capacidad de hacer mejor cada día el camino hacia la Justicia.

El gran jurista uruguayo Eduardo Couture lo expone de la mejor manera en su libro “Los Mandamientos del Abogado”. La sabiduría de estas breves palabras lo convierte en un decálogo que todos debemos atesorar y ejecutar en nuestra práctica diaria.

Ten fe. Ten fe en el Derecho como el mejor instrumento para la convivencia humana; en la justicia, como destino normal del Derecho; en la paz, como sustituto bondadoso de la justicia; y sobre todo ten fe en la libertad, sin la cual no hay Derecho, ni justicia, ni paz.

Volviendo al ilustre Benito Jerónimo: “Es el Tribunal un todo de tan delicada contextura, que no hay en él parte integrante alguna que no sea esencial. Es una máquina en que si falta, o falsea, o afloja el más menudo muelle, todos los movimientos serán desordenados. ¿Qué importa que sean los Jueces rectos, si los procesos, o los informes llegan adulterados a sus manos, y oídos? Cuanto más rectos, tanto más cierto que entonces saldrá una sentencia injusta, porque se arreglará a las viciadas noticias en que se fundan.”

Quiero tomarme la licencia para citar una fuente poco ortodoxa, y dejarles una frase de la película V for Vendetta: “Nuestra integridad vale tan poco… pero es todo lo que tenemos, es el último centímetro que nos queda de nosotros, si salvaguardamos ese centímetro, somos libres.”

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