Discurso III Graduación Escuela Nacional de la Judicatura

7 de mayo de 2010

Hace ya unos días, revisaba unos viejos papeles mientras pensaba en las palabras que debía decirles en el día de su graduación. De repente, desde el fondo de una vieja caja donde guardo parte de los múltiples documentos que por una u otra razón me impactaron en un algún momento de mi vida, surgió una vieja y olvidad poesía de Pablo Neruda, que por muchos años me inspiró a seguir luchando por alcanzar mis ideales. Esa poesía se llama “El Amor del Soldado”, y con el permiso de ustedes y el de Neruda, desde donde quiera que esté, la voy a tomar como base de estas breves palabras que hoy quiero dirigirles.

“En plena guerra te llevó la vida

a ser el amor del soldado.

Con tu pobre vestido de seda,

tus uñas de piedra falsa,

te tocó caminar por el suelo”

A ustedes también, en plena guerra, los ha llamado la vida a ser el amor, la esperanza de La Escuela, de toda la sociedad, de que contribuyan a fortalecer cada día más el Poder Judicial, de que abracen los ideales de justicia que promueve la Suprema Corte y que demanda la Sociedad. Que compartan el sueño de dotar a la República dominicana de un eficiente, pronto, oportuno y garantista sistema de administración de justicia.

Al igual que el amor del soldado, que vestía pobres vestidos de seda, uñas de piedra falsa, ustedes han sido llamados a luchar por la justicia con escasos recursos económicos. No tendrán altos salarios ni despachos de lujo ni mucho menos. En muchos casos, desde el punto de vista material, sólo tendrán lo imprescindible pero, eso deberá ser compensado por su sólida formación académica, por alto desarrollo de sus competencias vinculadas al ejercicio de la Judicatura, y por su inquebrantable decisión de servir a la Justicia que es lo mismo que decir, construir la paz, pues ésta es imposible en un régimen carente de justicia.

“Ven acá, vagabunda,

ven a beber sobre mi pecho

rojo rocío”.

La Escuela los llamó a beber en sus fuentes, le dio todo lo que podía, todo lo que creía podría ayudarlos a ejercer sus funciones dentro de la Judicatura con decoro y eficiencia, no sólo para honor de ustedes, no sólo para vanagloriarse de la excelencia académica de sus programas, sino sobre todo, para garantizar que todos aquellos que en el futuro acudan ante ustedes sedientos de justicia calmen su sed, y la calmen con el más dulce néctar. No solo aspiramos a que ustedes brinden soluciones, queremos que brinden las mejores soluciones posibles.

“No querías saber donde andabas,

eras la compañera de baile,

no tenías partido ni patria.

Y ahora a mi lado caminando

Ves que conmigo va la vida

Y que detrás está la muerte”

Desgraciadamente no los conozco a todos con al profundidad que quisiera, por ello no puedo afirmar que algunos de ustedes estuvieran sin rumbo en la vida antes de entra al Programa de Formación de Aspirantes. No puedo afirmarlo y no me importa, pues lo que si es innegable es que todos ustedes hoy graduandos, al egresar de este programa deben compartir el ideal de todos aquellos que tenemos años luchando, desde distintas trincheras, por eficientizar el sistema judicial dominicano. Si el programa no logró que ustedes hicieran suyos esos ideales, que el trabajar por el triunfo de la justicia en todos los casos y ocasiones, sin excepciones, se convirtiese en el “norte magnético” de sus vidas profesionales y personales, entonces hemos fracasado. Permítanme cometer la osadía quizás de asegurar que ello no ocurrió, que no fracasamos, y que la perseverancia que todos ustedes mostraron a lo largo de todo el desarrollo de su programa de formación es prueba fehaciente de la importancia que el servir a la Justicia desde la judicatura ha cobrado en sus vidas.

“Ya no puedes volver a bailar

con tu traje de seda en la sala”.

El optar por la Judicatura implica renuncias, ustedes nunca serán los mismos pues para bien o para mal la sociedad no discrimina entre el juez y el hombre, siempre, en todo momento, ustedes serán jueces y, por tanto, su conducta debe ser coherente con esa situación. Con esto no pretendo decir que ser juez implica renunciar a vivir ni mucho menos, al contrario, creo firmemente que un juez alejado de la sociedad a la cual sirve, difícilmente podrá comprenderla lo suficiente como para administrar justicia a sus miembros de manera eficiente.

No obstante, es indudable que algunas actividades que podrían ser totalmente normales y permitidas para el común de la personas, deben quedar vedadas para siempre de al cotidianidad de un magistrado. Ustedes han pasado a formar parte de un equipo, de un sistema, donde no existen islas, donde todo está interconectado, por lo que cada una de sus acciones servirá para engrandecer o empequeñecer la imagen del Poder Judicial. Les tocará cargar con ese pesado fardo inmediatamente sean llamados a integrarse a la Judicatura.

“Te vas a romper los zapatos,

pero vas a crecer en la marcha.

Tienes que andar sobre las espinas

Dejando gotitas de sangre”.

El camino que les espera no es fácil y, como dice un refrán popular, “lo difícil no es llegar sino mantenerse”. Ustedes han llegado exitosamente al final del programa y con bastante certeza ingresarán al Poder Judicial en el corto o mediano plazo, pero con esto la cosa apenas comienza. Cada día, en su cotidianidad, tendrán que vencer muchos obstáculos, externos e internos, cansancio, desánimo, tentaciones, muchas cosas conspirarán para que ustedes abandonen el camino o al menos para que abran caminos teóricamente paralelos pero que extrañamente no llevan al mismo lugar.

“Bésame de nuevo, querida,

Limpia ese fusil camarada”.

Mantengan limpias sus mentes, no abandonen sus ideales. Recuerden que muchos personas creemos y confiamos en ustedes y que la sociedad nunca les perdonará haber traicionado la confianza que en ustedes ha depositado. Ustedes, graduandos de esta tercera promoción del Programa de Formación de Aspirantes, junto con los egresados de las dos anteriores promociones, ingresarán al Poder Judicial en la mejor forma posible, con la mejor preparación para ejercer la judicatura, por ello, se les exigirá más, se le perdonarán menos los errores, se esperará que aprendan más rápido, que sean los mejores.

No lo olviden, ustedes, sólo ustedes, son los arquitectos de sus propios destinos. Ojalá y estos sean tan venturosos como todos nosotros esperamos.

Muchas Gracias!

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