Discurso en ocasión de la celebración de la V Graduación de los Programas de Formación de Aspirantes de la ENJ

7 de mayo de 2010

Hace unos meses llegaron ustedes a la Escuela Nacional de la Judicatura en busca de conocimientos para ampliar sus horizontes profesionales. Abandonan hoy sus aulas, luego de haber completado un arduo y exitoso programa de estudios, habiendo aumentado su riqueza intelectual.

Esta riqueza que desde ahora les pertenece, por derecho de haberla conquistado a base de su gran esfuerzo y capacidad, sin embargo, no debe ser motivo de prepotencia, ni mucho menos ser utilizada con intención de obtener poder sobre otros para ejercerlo en beneficio propio; sino, por el contrario, para dar muestras de humildad en el desempeño de sus futuras funciones en el Poder Judicial dominicano.

A partir de este momento, asumen ustedes un doble compromiso. En primer lugar, con su conciencia, que se debe manifestar mediante actuaciones rectas y un estricto apego a las leyes. En segundo lugar, con la sociedad, que debe expresarse siendo eficientes, corteses y serviciales con cada persona que acuda a requerir sus servicios.

No hay nada más gratificante para cualquier ciudadano que recibir un trato digno y justo de parte de un servidor público. Esta actitud enaltece al servidor de la justicia y en definitiva a la Patria, pues en la medida en que tratemos con respeto a nuestros semejantes, en igual medida iremos avanzando hacia una convivencia más armónica, más segura, más pacífica.

Inspirar confianza en nuestros ciudadanos con esas cualidades es parte esencial en el buen desenvolvimiento del sistema; sistema que se nutrirá y fortalecerá en ambas direcciones: el servidor judicial ofrece confianza con su proceder, y el ciudadano le retornará esa confianza acudiendo a él sin vacilación, convencido de que se pondrá en buenas manos

Sobre sus hombros descansará en lo sucesivo la responsabilidad de servir con vocación, de ser diligentes hacia sus conciudadanos y hacia las instituciones, así como de cambiar la percepción que tienen algunos acerca de la justicia dominicana. La vocación de servicio es piedra fundamental en el andamiaje de la judicatura. Sin ella, andarían cojos sus servidores y al garete los procesos judiciales.

La justicia dominicana tiene por fuerza de las circunstancias y en razón de los tiempos que corren, abocarse a un amplio y trascendente proceso de transformación, en el que se busque una mejoría en todo sentido y a todo nivel, y a la que se le vayan incorporando los ciudadanos moralmente más idóneos y mejor preparados académicamente para se produzca la renovación integral que se precisa.

En este instante, con esta reflexión, me viene a la mente un pasaje bíblico, en el que el Evangelista Juan, en un momento de duda, lanza la siguiente interrogante, “pregúntale a Jesús si es él a quien estábamos esperando”. Esa misma duda la pasamos a ustedes, haciéndonos una pregunta similar: ¿son ustedes las personas que estábamos esperando que vinieran a transformar la justicia?

Con cada grupo de graduandos que la Escuela Nacional de la Judicatura entrega a la sociedad, aumentan las esperanzas, las perspectivas de que en verdad se produzca la ansiada reforma, la esperada transparencia y buscada eficiencia en el sistema judicial dominicano.

En verdad, son ustedes los más llamados a realizar este proceso de cambio, o a coadyuvar en una profunda y verdadera transformación de la justicia dominicana. Cuentan para ello con conocimientos amplios y actualizados, además de las condiciones morales adecuadas para emprender esta ardua aunque hermosa labor, de la que luego se sentirán orgullosos por haber sido instrumentos del cambio.

Ustedes pusieron en nuestras manos su instrucción, su preparación académica. Ahora, la Escuela Nacional de Judicatura, con orgullo, pone en manos de la sociedad sus conocimientos y sus cualidades humanas para que pongan en práctica lo aprendido y den lucidez y esplendor a esos valores éticos que adornan a cada uno de ustedes y que estamos convencidos pondrán al mejor servicio de la nación.

Que Dios guíe sus pasos en el nuevo camino que hoy empiezan a transitar y que ilumine su mente para que siempre obren apegados a la verdad, a las leyes y los más rectos y nobles principios morales.

Felicidades.

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