Balance en el país de Sísifo

1 de diciembre de 2010

El calendario indica que corre el último mes del año. Con este diciembre concluye la primera década del siglo xxi. Es momento propicio para hacer balances, una rutina común entre quienes tenemos responsabilidades de gestión o nos dedicamos al estudio de procesos y fenómenos sociales. Los balances de períodos emblemáticos, como los finales y comienzos de siglo tienen un carácter distintivo, y reclaman que se apueste por conclusiones, por una parte, y previsiones o perspectivas, por la otra.

Los balances nos dicen si la juventud y la promesa se han instalado en alguno de los status quo que invitan a simplemente estar, a acomodarse y reproducir lo conocido, “lo que funciona”. Nos cuentan si las expectativas que una vez fueron, han sido cumplidas, o sustituidas por justificaciones.

Cuando una década ha transcurrido y percibimos que lo que está pendiente, lo pospuesto, es más que lo alcanzado y que a pesar de haber transcurrido diez o más años, demasiadas cosas siguen igual o algunas incluso están peor, entonces el diagnóstico es que el futuro—que ya es hoy—no contiene la satisfacción de las que fueron nuestras expectativas. No hemos construido el futuro que deseábamos. ¿Qué es lo que ha fallado? ¿Dónde reside la causa fundamental del desencuentro entre lo que dijimos que queríamos e íbamos a hacer y lo que realmente hemos hecho y alcanzado?

En un lugar de importancia entre las causas de este desencuentro está la calidad del compromiso de quienes hemos tomado las decisiones, con aquello que ofrecimos y que era reclamado por la sociedad. El débil compromiso con lo que se propone y se acuerda en la sociedad explica el futuro que tenemos como presente. Y peor aún: el futuro que vendrá si no mejoramos en ese aspecto.

Santo Domingo, 1º de diciembre de 2010, ver publicación en Perspectiva Ciudadana

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