Es muy probable que muchas de las personas más o menos enteradas coincidamos en que desde hace unos años en la sociedad dominicana tenemos un serio problema de seguridad ciudadana. Una parte considerable de los que así creemos concibe soluciones basadas en el endurecimiento de las actuaciones represivas del Estado hacia aquellos que protagonizan las acciones delictivas.
Pero el incremento de la violencia delictiva no es más que una manifestación de la crisis que confrontamos en términos de cohesión y de integración de la sociedad como un todo.
Ahí es donde residen las causas de los problemas de inseguridad; de ahí deriva también la corrupción generalizada. Y es que para la mayoría de la gente no existe hoy un una percepción de membrecía; cada vez somos más los que no nos sentimos parte de algo mayor; cada vez somos más los que sentimos que no hay contrato social implícito que fundamente la confianza recíproca, imprescindible para que constituyamos una sociedad que funcione. La cohesión social en crisis nos sume en la anomia social, en la pérdida de sentido de dirección.
Solo re fundando las bases de la cohesión social, promoviendo una cultura de compromiso con la ley, con el cumplimiento de las obligaciones de convivencia, con el respeto a los demás, con las garantías de derechos, con la defensa de los atributos de la persona humana, comenzaremos a superar este estado de patología social que nos abate ahora. Necesitamos un liderazgo y un ejercicio del poder y de la majestad del Estado que inspire y de certidumbre, que refuerce y fortalezca la capacidad de comprometerse, la voluntad de creer y confiar. Entonces la autoridad estará revestida de la guía moral necesaria para comenzar a reordenar todo lo que ahora está mal.
Publicado en Santo Domingo, fecha 15 de junio de 2011, ver publicación en Perspectiva Ciudadana
