Recientemente leí un reportaje sobre una serie de programas que han comenzado a revolucionar el Sistema Penitenciario Brasileño y que constituyen un claro ejemplo de cómo el pensamiento “fuera de la caja” puede jugar un rol fundamental en la promoción de una sociedad, incluyendo a quienes cumplen una condena carcelaria.
Uno de dichos programas brinda la oportunidad a los reclusos de reducir sus sentencias al ejercitarse en bicicletas estacionarias conectadas a una batería de auto que se carga mediante el pedaleo. Las baterías son utilizadas a su vez para brindar energía a los postes de luz de la plaza de la localidad, contribuyendo con la seguridad nocturna.
Otro programa permite a los reclusos eliminar 4 días de su sentencia por cada libro que lean, hasta un máximo de 48 días al año. El concepto detrás de la iniciativa es ayudar a los presos a educarse para una mejor reintegración a la sociedad. El programa requiere que los reclusos escriban un reporte de los libros, que van desde clásicos literarios y científicos hasta tratados filosóficos.
Los problemas penitenciarios en Brasil no difieren mucho de los nuestros. Sobrepoblación en las cárceles, facilidades deficientes y crecimiento desmesurado del número de reclusos en los últimos años, son algunos de los flagelos que han motivado las iniciativas descritas.
¿Cuáles de estos interesantes programas podemos importar a nuestras cárceles? ¿Qué otras iniciativas podemos concebir que apelen puntualmente a nuestra realidad penitenciaria?
Por el tipo de condenas, nuestro sistema contempla que la mayoría de los reclusos se reintegren al mundo exterior. Lo mejor que podemos hacer como sociedad es asegurarnos de que el tiempo en prisión constituya un verdadero período de reformación capaz de producir mejores y más capacitados individuos.
Publicado en Santo Domingo, en fecha 18 de julio del 2012, ver publicación en Perspectiva Ciudadana