A los de mi generación, nacidos después de 1965, nos tocó crecer en medio de una sociedad rota y salir de la niñez en la transición a la democracia. La ilusión que generó esa transición quedó frustrada porque comenzando los ´80 del siglo XX, la crisis global de la deuda externa trajo consigo programas de ajustes estructurales que fracturaron nuestra sociedad. La frustración de las posibilidades democráticas y la fractura social se convirtieron en los elementos del clima social dominante.
Cuando comenzábamos a ser adultos se expandieron las ideas neoliberales, convenciéndonos de que no bastaba con que fuéramos democráticos: teníamos que ser eficientes y competitivos. Pero no estuvimos preparados para extender esta aspiración entre todos los estamentos de nuestra sociedad, como un ansia social.
Desde entonces, la sensación de no tener sentido ni proyecto ha determinado que para muchos la huida del país haya sido en el objetivo de vida. Pero para una mayoría excluida, lo que marca sus días es apenas sobrevivir, poder alimentarse a si mismos y a sus hijos.
La actual crisis de los paradigmas globales nos indica se están redefiniendo horizontes de las sociedades. Esta vez tenemos la oportunidad de construir deliberadamente una imagen de futuro del país.
Es urgente que lo hagamos porque la falta de un pacto de futuro que nos integre a todos en esfuerzos, compromisos, responsabilidades, aspiraciones y resultados comunes explica gran parte de nuestra crisis de cohesión e integración social, por ende de la delincuencia y la incapacidad de organizarnos como sociedad.
Podemos ahora fundar y compartir una nueva ilusión integradora. Contamos con buenos instrumentos para hacerlo: una estrategia nacional de desarrollo, diagnósticos adecuados, planes de competitividad, sistemas de identificación de necesidades sociales urgentes.
Hagamos el esfuerzo, ¡que no se nos vaya, otra, vez la oportunidad!
Publicado en Santo Domingo, fecha 20 Octubre 2010, Ver publicación en articulo del Periódico
