El tema de las nominillas ha vuelto a ocupar la atención de la opinión pública. Mientras se gasta tiempo y esfuerzo en negar, afirmar o probar bien podríamos intentar un reenfoque de este asunto.
Los beneficiarios de cualquier forma de pago o prestación social irregular o poco transparente de alguna forma están siendo estigmatizados. Se sospecha, no sin cierta razón, que también de alguna forma son objeto de una suerte de coerción para que inclinen o mantengan su adhesión política. Ninguna de las dos situaciones contribuye a la autoestima y superación de las personas.
¿Por qué no transparentar todo? ¿Por qué no desarrollar un vasto programa de conversión y reconversión laboral, de capacitación para la productividad en una estrategia compartida con las entidades que promueven la formación técnico profesional, la competitividad de nuestra economía, la formación de recursos humanos en sentido general y la representación de los agentes económicos y productivos?
Es casi seguro que para una estrategia de esta naturaleza contaremos con el aliento y la cooperación de naciones que han emprendido con éxito vastos programas de desarrollo de sus fuerzas productivas, como Taiwán, Chile, Corea y Alemania, por ejemplo, para sólo citar algunos. A los montos de recursos utilizados en nominillas, transferencias condicionadas de efectivo, ayudas sociales y otras formas de compensación social se añadirían recursos complementarios, con los que se puede organizar con efectividad y sostenibilidad una estrategia nacional que coloque a nuestro país en condiciones de enfrentar los retos de la competitividad global.
Y si bien la administración que desarrolle este tipo de programa ganará réditos políticos por haberlos acometido, también la sociedad en su conjunto se beneficiará de la transparencia y verificabilidad de la inversión social.
Publicado en Santo Domingo, fecha 23 Junio 2010, 7:38 PM, ver publicación en el articulo del periódico el día
