El Poder Judicial ha avanzado en lo que hemos llamado una transformación cultural. Sus jueces, juezas y servidores, así como los procesos que implementan, dan cuenta de una mejora continua en los últimos años. Y, además, de una apertura a nuevas miradas que optimizan los trabajos del sistema de administración de justicia. Son avances notables que ponen acento en un objetivo compartido: poner a las personas en el centro.
Es por eso que la independencia judicial es una necesidad concreta del sistema, su piedra angular. En este, cada jueza, cada juez, cada tribunal, debe tener la capacidad de actuar como garante de los derechos fundamentales, asegurando la equidad y la imparcialidad que determinan las reglas del Estado de derecho. Es parte esencial del rol regulador de la realidad social del Poder Judicial en torno a su naturaleza constitucional.
Pero, además, se trata de un rol de empatía ante las personas, pues sin Estado de derecho todos seríamos víctimas potenciales.
Por eso, es prudente hacer un llamado a las juezas y jueces, a los auxiliares de la justicia y a toda la comunidad jurídica, a reafirmar la fe en nuestra institucionalidad democrática.
En este contexto, es crucial que nuestras políticas y prácticas no solo busquen la eficiencia en la persecución del delito, sino que también fortalezcan los derechos de las partes. Pues solamente en el marco de su protección es posible la justicia.
Mantener siempre conciencia de la condición de tercero imparcial que el Estado confiere a la justicia es esencial para mantener la confianza pública en nuestras instituciones.
Y, a su vez, esa confianza es crucial para fortalecer el rol de los jueces y su misión en la correcta aplicación del Derecho, como espacio donde se asiste en igualdad de condiciones en procura de la resolución de conflictos.
Este es el momento para reflexionar sobre nuestras responsabilidades y para reafirmar nuestro compromiso con un sistema de justicia que sea verdaderamente digno y que dignifique las garantías personales.
Recordar nuestro compromiso común con los valores más elevados de justicia y que el sistema no sea solo justo en teoría, sino que se consagre a su misión en la práctica diaria.
Estamos de acuerdo con el criterio del Magistrado Luis Henry Molina, en que la independencia judicial es una necesidad concreta del sistema y lo identifica como su piedra angular. Pero solo se alcanza si nuestras prácticas procuran la preservación de la dignidad humana en cada caso!