La pasada semana tuve la oportunidad de leer el texto “Lo que un día fue no será” de la autoría de José Luis Taveras, publicado en Diario Libre. Posteriormente procedí a compartirlo con los directores del Poder Judicial con la idea de provocar, generar discusión y conciencia a raíz de la publicación. En sus palabras hay mensajes de gran importancia sobre lo que representa el honor de la función pública por lo que decido traer algunos para reflexionar sobre la necesidad de vigorizar el trabajo por la integridad, ahora que el Poder Judicial entra en un proceso de revisión de su planificación estratégica del Poder Judicial.
Se trata de que esas ideas y reflexiones tengan un anclaje directo y concreto en la gestión. Para lo cual hace falta que reorientemos y organicemos nuestro trabajo de manera más consciente y estructurada.
La construcción de sistematicidad, en cada eje que organiza la labor de la justicia, vigoriza el trabajo judicial y ordena hacia los objetivos. El logro de estos es lo que hará que todo nuestro sacrificio tenga un sentido en el servicio mismo. Porque la sociedad empezará a recibir los frutos de la gran transformación que estamos haciendo.
La función pública conlleva la comprensión de que se trabaja por el futuro. Se concibe la inversión de lo más preciado que tenemos, el tiempo, como un sacrificio por algo mayor, que nos supera y a la vez nos engrandece. Por eso, como dice José Luis Taveras: “Haber honrado una función pública con cuentas claras y un testimonio de integridad como aval debe ser uno de los alientos más fuertes que pueda soltar nuestro pecho.” Aunque muchas veces parezca que no tiene caso, que pocos pueden ver el valor de lo que hacemos, es una gran dignidad que debe llenarnos de orgullo, pero sobre todo de ganas de hacer lo correcto, por nosotros mismos y por nuestro país.
Rescato del texto la alegría y la vocación que en el servicio mismo encuentra el entusiasmo por generar valor, por comprender que la tarea que tenemos por delante impacta en millones. Cada día de esfuerzo por la patria es un día ganado en la honra que se consuma en sí misma. Y también pondero la necesidad señalada de construir un modelo que afirme el valor del servicio público como negación de una deformación cultural ligada a la corrupción. “Mientras pensemos que dar un cargo es un acto de justicia para premiar la espera, la lealtad y hasta la pena, seguiremos cargando con un Estado pesado, ineficiente y corrupto. Ese ciclo hay que cerrarlo. El Estado no es para dar cargos; es para prestar y garantizar servicios colectivos”.
Ahí, en la garantía de calidad y mejora continua de los servicios, la jornada nos dignifica. Por eso es tan importante que el Poder Judicial logre promover y fortalecer, para su personal y para su funcionamiento, las labores relativas al sistema de integridad. Construir la coherencia de su propio ritmo de trabajo con los objetivos. Pero también levantar una cultura de servicio desinteresado, resueltamente basado en una ética de servicio probo y honrado.
Para los fines hay que revalorizar el sistema de integridad, conocer, comprender y divulgar su importancia. La necesaria sistematización de su cumplimiento, de un sistema de calidad, de control de gestión, de fortalecimiento ético y evaluación de desempeño. Y, por último, un sistema de reconocimiento y consecuencias. Porque en la medida que se avanza, el propio camino debe ir moldeando el cuerpo de servicio hacia su mejoría. No debe ser el resultado del temor o de la sed de justicia lo que nos mantenga en el camino de lo correcto. Porque lo correcto vale por ser correcto y nos debemos a ello.
Todo servidor y servidora público debe actuar de cara a las leyes y a lo correcto. Es a las consecuencias y límites de nuestro trabajo, al impacto de las actuaciones en el sistema a lo que tenemos que estar atentos como servidores. En ese sentido, convoco a todas las juezas, jueces y servidores judiciales a continuar y poner cada día más esmero en cuidar la función y hacer lo mejor posible con nuestro trabajo.