Institucionalidad de la Justicia

10 de agosto de 2019

El trabajo de la justicia requiere ir de la mano de una institucionalidad que asuma la vivencia diaria, la transparencia y la igualdad ante la ley de quienes acceden a su servicio.

Debemos primero creer en lo que hacemos todos los días. Aunque muchas cosas digan lo contrario, es necesario creer para asegurar la certeza en la aplicación de las leyes y su misión constitucional.

La integridad es un eje central de nuestros compromisos constitucionales y supranacionales. Es por tanto, una condición del sistema de justicia, establecida en lineamientos, leyes, reglamentos y principios. Es necesario entenderlos como mecanismos para la aplicación de una axiología transversal, como contexto y mística de nuestra labor todos los días.

La funcionalidad está atada a esos factores de integridad sistémica para la preservación de la figura del juez para asegurar que su trabajo cumpla su misión constitucional y social.

El sistema de Justicia es la quintaesencia del sostenimiento de las instituciones, y como tal, nuestro servicio ante este es un vaso comunicante hacia su mejora paulatina y constructiva.

Estamos obligados a trabajar diariamente para ser estudiosos y aplicar el Derecho. Un oficio en el que hace falta tener fe, para construir cosas concretas. Pues el Derecho es una concatenación de acciones vinculadas a la mejora constante de sí mismo por la justicia. Y aquellos y aquellas que dedican tiempo a su estudio, tendrán la posibilidad de lograr mantenerlo vivo.

Quienes se dan por derrotados por la cultura del desaliento y la soberbia, no podrán nunca cambiar nada.

Actualmente existen sospechas de que los jueces sirven o han servido a intereses divorciados del Derecho y la justicia. Y para cuidar el Poder Judicial y su sagrada función, estamos obligados a demostrar que no es así.

La función judicial es un apostolado y por eso su figura superior es llamada “magistrado”. En esa función no caben conciliábulos, ni sombras, ni esquemas para el poder, sino el estudio humilde del Derecho y la pasión por la Justicia, la perspectiva y el entendimiento para valorar los hechos y moldear, con las decisiones, el futuro de la organización social.

“Si asumes que no hay esperanza, garantizas que no habrá esperanza. Si asumes que hay un instinto de libertad, hay oportunidades para cambiar las cosas, existe la posibilidad de que contribuyas a hacer un mundo mejor.” Parecerían frases de autoayuda, sin embargo, son palabras de Noam Chomsky, una de las figuras más destacadas y respetadas de las ciencias de los últimos tiempos.

Es por eso que exhorto a comprender el Derecho como una tarea inacabada. Una pasión diaria por el sostén de la convivencia y un rigor. Una contemplación del propio accionar, de las reglas que lo hacen posible, como una aportación que debe ser justa y útil en virtud del principio de razonabilidad.

El ejercicio de los distintos actores y sectores en la sociedad debe tomar en cuenta la responsabilidad que esto supone. Y los jueces deben enarbolar su compromiso en forma y fondo. Y como ellos, los auxiliares de la justicia que operan como partes ante los tribunales, para sostener o derribar las posiciones, tienen un deber absoluto e impostergable: construir y contribuir con su trabajo a la existencia de un solo Poder Judicial. Una sola mística, con reglas y procedimientos, basada en el servicio para dirimir conflictos y mejorar la convivencia.

El  extinto magistrado Manuel Ramón Ruiz Tejada, quien fuera presidente de la Suprema Corte de Justicia, citó en el año 1971, en uno de sus célebres discursos, que “un país donde la sentencia de un juez no se respete, jamás habrá de lograr la paz y no podrá merecer el calificativo de ser un verdadero Estado de Derecho”.

 

 

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