Si algo caracterizó la administración del expresidente Lula Da Silva fue la capacidad de innovación de los conceptos y procesos de gestión, tanto en los aspectos sociales como económicos.
Esa capacidad de innovación fue impulsada por el serio compromiso político del liderazgo de Lula con los objetivos de superación de la pobreza, igualdad social e inclusión económica.
La experiencia brasileña de incorporar decenas de millones de ciudadanos de los estamentos más pobres al crédito y el uso de los instrumentos financieros, la bancarización, junto con las estrategias de apoyo y auxilio alimentario, por ejemplo, dan cuenta de una visión creativa, que se atrevió a desafiar ese concepto tan conservador en las concepciones políticas de América Latina de “eso es lo que funciona; las cosas siempre han sido así; el que no hace las cosas de este o de tal modo no gana”, etc. , que forman parte del repertorio de justificaciones con las que se suele intentar legitimar prácticas cuestionables o justificar la no actuación en un sentido de compromiso con valores y criterios éticos y políticos transparentes.
Suprimir monopolios y eliminar intermediaciones en la provisión de servicios o bienes a los grupos más pobres, también, fueron parte del repertorio de actuaciones de la administración brasileña que, junto con el uso de la inversión social como desencadenante del crecimiento del mercado interno y el fomento de la pequeña y mediana empresa, contribuyeron a que en Brasil el salario mínimo se incrementara en más de 60% y el producto interno bruto alcanzara niveles de crecimiento considerados extraordinarios.
Precisamente, este tipo de enfoque y compromiso es lo que necesitamos si queremos que la sociedad dominicana avance y comience a resolver problemas ante los cuales la administración pública y los liderazgos políticos se comportan como si no hubiese soluciones posibles.
Lo que falta es compromiso, pericia y creatividad.
Publicado en Santo Domingo, fecha 16 de noviembre del 2011, ver publicación en periódico El Día