En esta sociedad vivimos una cultura de amenaza, del incumplimiento de la ley y de las obligaciones sociales, en la que las instituciones que deben fundamentar la cohesión social no funcionan.
Es tanta la falta de cumplimiento en la que se envuelve nuestro país que hemos renunciado a nuestros deberes, hasta en la crianza y cuidado de nuestros hijos, como consecuencia del abandono, por parte del liderazgo, de su compromiso social, de su obligación principal: cumplir la ley, dar ejemplo, inspirar confianza y sentido de dirección.
El déficit de cohesión social acumulado por décadas nos ha llevado a aceptar la desigualdad social y la exclusión como situaciones normales o irresolubles. La disfunción de las instituciones y reglas que deben fundar la democracia y el Estado social de derecho ha sido asumida por las élites de nuestra sociedad como algo normal.
Es por ello que el liderazgo debe actuar a través de las instituciones, a través de la regulación y de procedimientos pre establecidos, porque cuando esto no sucede, comienza a imperar la discrecionalidad, la arbitrariedad, la conveniencia personal y grupal como criterio de las decisiones que afectan a toda la sociedad. Y entonces se instala en la conciencia de la gente la expectativa negativa o la búsqueda de beneficios por medios no institucionales. Esa es la base del deterioro que nos afecta actualmente.
Hay que extender la efectividad de los derechos sociales y económicos, lo que implica más y mejor salud, más y mejor educación, no sólo en las aulas, sino en la convivencia, en el ejemplo y en la posibilidad de satisfacer expectativas legítimas de progreso personal y familiar. empleo digno y redistribución de la riqueza. Eso es un cambio de modelo. Y es lo que necesitamos. Hay que refundar la cohesión.
Publicado en Santo Domingo, fecha 23 de septiembre 2011, ver publicación en Noticias SIN
