El Derecho como núcleo de la convivencia

2 de noviembre de 2019

Recuerdo que en mi juventud quería estudiar Ciencias Políticas. El padre jesuita Fernando de Arango me ayudó a gestionar una beca en el Instituto Social León XIII de la Universidad de Salamanca, que había sido el centro de estudios del politólogo y activista ciudadano Rafael Damaris Toribio. Cuando hablé con mi padre se negó a que me fuera del país, pues aún era menor de edad. Me dijo que si decidía irme no volvería y que si quería participar en el debate democrático debía estudiar Derecho.

Posterior a esto, en una charla de la semana vocacional que realizaba el Movimiento Estudiantil de Concientización (MEC), un jurista reputado habló del Derecho. En menos de una hora expresó lo que significaba este oficio como supra-estructura. Y desde lo que representa como gestor transformador de la realidad. Esa visión me conquistó y empecé a estudiar a los líderes que en ese momento me llamaban la atención en el escenario internacional. Todos, de un modo u otro habían hecho uso del Derecho para mejorar sus sociedades. Sea para que estas avanzaran hacia más derechos o que conservaran tradiciones necesarias.

Ahí comencé a entender el Derecho. La naturaleza de nuestra labor, como profesionales del Derecho, y el compromiso que esta representa se fortalecen si tenemos consciencia del rol que la sociedad demanda de nosotros. Porque en cada uno de nosotros descansa la convivencia, el tipo de país en que vivimos y viviremos.

Hoy, veo en el horizonte la posibilidad abierta, la sacrificada y gratificante tarea que tenemos diariamente en nuestras manos quienes aplicamos el Derecho. En cualquier posición en que nos encontremos, estamos ante la necesidad de comprender que se trata del núcleo de la convivencia y el esquema que sostiene la sociedad.

El Derecho requiere de un tributo necesario del que son compromisarios quienes quieren libertad y seguridad. Requiere conciencia de ser sujeto de derechos por parte de todos los ciudadanos y ciudadanas, pero sobre todo, conciencia de humanidad.

El Derecho como entidad viva es la lucha democrática que pone en su centro a la sociedad y a las personas. En palabras de Elena Alfaro, “vaciar de significados los conceptos fundamentales permite pervertirlos y que la legalidad se devore a sí misma”. Por eso es importante que los dominicanos y dominicanas comprendamos el Derecho y con ello, el hecho de que “la forma no es mero contenedor del fondo, sino que los vicios de la primera son síntomas y muchas veces origen de los vicios del segundo”.

Los que ejercemos el Derecho, debemos actuar para mejorarlo todos los días con nuestra actuación. Porque cada problema de la sociedad, cada barrera o cada desprotección se corrige con un mayor apego al Derecho. Es necesario comprenderlo como una ruta hacia la Justicia, como un testimonio de fe, como una consagración por mejorar la convivencia. 

Cada día que pasa es una oportunidad para hacer más por ese rol, ese apostolado y esa labor social que es ejercer el Derecho y servir en justicia, reconociendo el verdadero valor de las personas. Porque la Justicia encarna un sistema de búsquedas personales en relación con la conducta y la mejora continua de esta como compromiso diario con la sociedad.

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