Aunque ha habido en la República Dominicana acciones públicas y movilizaciones con más integración y participación que la del pasado ‘lunes amarillo’, el 6 de diciembre, ésta tiene características tan distintas que podría marcar un antes y un después.
Para comenzar: lo que se reclama es el cumplimiento por parte de las autoridades de un acuerdo social ratificado varias veces en los últimos trece años sin que la clase política haya tenido la voluntad de cumplirlo. Es un cuestionamiento con implicaciones en la legitimidad.
Lo que se exige es un derecho básico, no un interés particular. Los que nos hemos sumado, hemos tenido que articularnos alrededor de un interés general.
Este movimiento no ha surgido por impulso de los actores políticos, no tiene una agenda oculta, no está persiguiendo un fin electoral, sino que el llamado inicial surgió de unas pocas entidades de la sociedad civil, se extendió gracias a una inteligente campaña viral a través de las redes sociales y fue ganando la adhesión de académicos e intelectuales, en primer orden, y luego de representantes del empresariado y comunicadores, para mucho más tarde, y cuando ya la ola se había levantado, conseguir el apoyo tanto de sectores de la jerarquía eclesial como de algunos de los partidos políticos.
Al ser un movimiento que trasciende los intereses corporativos es percibido con mucha credibilidad y legitimidad, lo que explica el entusiasmo y disposición que ha generado en los jóvenes, sobre todo.
Es sumamente plural, sin unos connotados voceros en una estructura centralizada; es algo que se ha orquestado en red y en red se expande. Es una red de acción pública.
Hay mucho por aprender de lo que estamos haciendo como sociedad en esta ocasión. No perdamos el impulso: potenciemos la iniciativa y la creatividad.
Publicado en Santo Domingo, fecha 8 Diciembre 2010, ver publicación en artículo del periódico.
