Discurso Juramentación de abogados 29 mayo 2019 en honor Manuel Amiama

29 de mayo de 2019

Abogadas y abogados, 

Me satisface estar ante ustedes en esta Sala Augusta, así como ante el Pleno de la Suprema Corte de Justicia, el Director de la Oficina Nacional de Defensa Pública y el Presidente del Colegio de Abogados de la República Dominicana. Hoy que se comprometen a servir como abogados y abogadas ante los tribunales de la República. Servir, es la mayor honra que pueda obtener una persona que decide ponerse de cara a la sociedad. Estoy seguro, de que las 140 nuevas abogadas y los 120 nuevos abogados (260 en total), se pondrán la toga y serán catalizadores de la Justicia, agentes de las leyes, y van a ejercer su profesión con verdadera dignidad. 

Quiero aprovechar la oportunidad para hablarles sobre el respeto a la investidura de los jueces y juezas. El respeto, entendido como la dignidad representada, conlleva el reconocimiento de la autoridad que emana de las Leyes, pero sobre todo, de la comprensión del Derecho como una esfera de vasos comunicantes. Principios, recursos, convenciones, derechos, usos, fuentes específicas del trabajo por la Justicia, confluyen en plazos y contextos, para dar como resultado los parámetros de la convivencia.  Voluntades expresadas e interpretadas que si bien no impactan de manera directa en la forma en que nos relacionamos, logran moldear y macerar la conducta de ciudadanos y ciudadanas. Por eso, más que engalanar con entorno señorial, los rituales de respeto a la investidura, forman parte de las dinámicas que requiere la práctica jurídica para su adecentamiento. 

El valor de ponerse de pie ante un magistrado, es el valor de comprender que su persona, temporalmente alberga la razón del Derecho. Es decir, la sabiduría, la justeza, la disposición que se aspira de su servicio. 

La grandeza de un magistrado no reside en su persona, sino en la función social y la carga institucional del poder que constituye su trabajo. Entonces, es determinante abonar la construcción de una imagen acorde con la elevada labor del servicio al Derecho y de la Justicia, desde cualquiera de sus roles. 

Elevarla aún más, con el compromiso de nuestra conducta, es un reclamo unificado de nuestra ciudadanía, pero sobre todo un deber supremo de nosotros para con la tierra de Duarte, Sánchez y MellaNos convoca a cuidarla, servirla y respetarla como merece el sacrificio diario de quienes la sostienen y levantan. 

Quiero compartir unas palabras del fraile Benito Jerónimo, quien se refería a la labor de los magistrados y cuyas ideas extiendo para toda la práctica jurídica. 

“Por todas partes debe tener bien fortalecida el alma el que se viste la Toga, porque en distintas ocurrencias no hay pasión que no sea enemiga de la Justicia, y los pretendientes examinan solícitos por dónde flaquea la muralla. Aún los afectos lícitos la hacen guerra muchas veces.” 

La labor del Derecho debe estar impregnada de curiosidad, diplomacia y sabiduría. Porque todas estas son formas que cuidan la resonancia del trasfondo de la Justicia, el avance de la historia para perfeccionar la convivencia. Alentar con la acción la educación, el pensamiento, la cooperación requiere trabajar en introspección, cuidando las relaciones, ejerciendo la libertad personal dentro del marco del deber ser y la norma. Por eso los invito a leer. A no detenerse en el estudio del Derecho, de sus fuentes, principios, teorías y evolución. En ello descansa la esperanza y la capacidad de hacer mejor cada dia el camino hacia la justicia. 

El gran jurista uruguayo Eduardo Couture lo expone de la mejor manera en su libro “Los Mandamientos del Abogado”. La sabiduría de estas breves palabras lo convierte en un decálogo que todos debemos atesorar y ejecutar en nuestra práctica diaria. 

Ten fe. Ten fe en el Derecho como el mejor instrumento para la convivencia humana; en la justicia, como destino normal del Derecho; en la paz, como sustituto bondadoso de la justicia; y sobre todo ten fe en la libertad, sin la cual no hay Derecho, ni justicia, ni paz. 

Les invito a leer esas diez máximas para reflexionar e incorporarlos al deber jurídico. 

Volviendo al ilustre Benito Jerónimo: “Es el Tribunal un todo de tan delicada contextura, que no hay en él parte integrante alguna que no sea esencial. Es una máquina en que si falta, o falsea, o afloja el más menudo muelle, todos los movimientos serán desordenados. ¿Qué importa que sean los Jueces rectos, si los procesos, o los informes llegan adulterados a sus manos, y oídos? Cuanto más rectos, tanto más cierto que entonces saldrá una sentencia injusta, porque se arreglará a las viciadas noticias en que se fundan.” 

Quiero aprovechar la oportunidad para poner en relieve la figura de don Manuel Amiama, a quien dedicamos la juramentación de hoy. Era un reputado jurista dominicano, a quien tuve el placer de conocer cuando era niño Nació en 1899 en Santo Domingo. Fue excelente abogado, periodista, escritor, funcionario público y municipal. Consultor jurídico del Poder Ejecutivo, diputado y senador. En varias ocasiones fue juez de la Suprema Corte de Justicia y su presidente durante los meses posteriores a la caída del dictador Rafael Leónidas Trujillo, en el llamado Consejo de Estado.  

Precisamente mañana (30 de mayo), conmemoramos el 58 (quincuagésimo octavo) aniversario de uno de los hechos más trascendentales en la historia de la Nación. El momento que abrió las puertas a la libertad del pueblo dominicano: el ajusticiamiento del tirano Trujillo. Ese día, un grupo de hombres armados de valor arriesgaron sus vidas para liberar al pueblo dominicano de la más cruel y sanguinaria noche de terror y represión que vivimos por 31 años. Recordamos estos hechos con palabras de Nicolás de Avellaneda citando a Cicerón,“los pueblos que olvidan su historia, están condenados a repetirla”. 

Recuerdo a don Manuel Amiama, quien fuera mi vecino, asomarse al balcón siempre con algún libro en la mano. También me asombra recordar cómo cada mañana lo iban a recoger en un pequeño autobús, junto a otros tres magistrados para ir a trabajar a la Suprema Corte. Curioso recuerdo que vuelve  a mi memoria como inspiración para mantener el servicio en primer lugar. Sus aportes doctrinarios fueron en materia de Derecho Administrativo y Constitucional. 

Quiero tomarme la licencia para citar una fuente poco ortodoxa, y dejarles una frase de la película V for Vendetta: “Nuestra integridad vale tan poco… pero es todo lo que tenemos, es el último centímetro que nos queda de nosotros, si salvaguardamos ese centímetro, somos libres.” 

Señoras y señores, 

A partir de hoy son abogados y abogadas ante los Tribunales de la República. Les exhorto a ejercer el Derecho con dedicación y sentido de su deber ante la sociedad. Esta es la carrera que ustedes han elegido y trabajado para ejercer, sepan que todo lo que hagan impacta en millones de personas. 

En nombre y representación de la Suprema Corte de Justicia, les declaro legalmente investidos como abogados y abogadas. ¡Muchas felicidades y que tengan el mayor de los éxitos en la profesión! 

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