Discurso Juramentación de abogados 19 febrero 2020 en honor a la Dra. Ana Rosa Bergés Dreyfous

19 de febrero de 2020

Abogadas y abogados, 

Hoy en esta sala augusta que muchos visitan por primera vez, nace una nueva esperanza para la República: un nuevo grupo de abogadas y abogados, que tienen la oportunidad de hacer lo mejor posible en su trabajo y  perfeccionar el Derecho en busca de la Justicia.   

Les encuentra un sistema compuesto por honorables magistrados y magistradas, preparados y enfocados en la tarea comprometida de velar por la justa resolución de los conflictos entre partes. Nosotros y la sociedad,  esperamos lo mismo de cada uno y cada de ustedes. 

Estar aquí es un llamado a actuar a conciencia de que somos  parte de algo mayor.  Sus columnas se levantan sobre siglos de avance civilizatorio, tradiciones que hoy sostienen la seguridad y la libertad, amparada en los derechos de las personas.  

Es a esa capacidad de convivir que nos debemos. Y a mejorarla y hacer más fácil el camino de quienes acuden a la Justicia. A ejercer con respeto y cuidado el deber. Pues el Derecho, señoras y señores, es esencial para todos los ámbitos de la vida en común. 

La República, como marco de nuestro ejercicio, como valores compartidos, como legado de nuestros padres fundadores, nos invita a honrarla en sacrificio. A hacerle tributo con la promesa de perfeccionamiento, con nuestra fe en el porvenir.   

Vale que ejerzamos nuestra labor con respeto por el entorno, con una ética de aportes, basados en la comprensión del valor del sistema de justicia y el Estado de derecho para la sociedad.  

Un valor que está en peligro ante muchos problemas, siendo el más importante de ellos, la mora judicial.  

Esta impide el efectivo ejercicio de los derechos y deberes, paraliza vidas y proyectos, alarga suplicios, eterniza conflictos, desmoraliza a los jueces, deprime los ánimos nacionales.  

Los abogados y abogadas debemos comprender nuestro compromiso con el derecho del futuro. Es necesario para que la sociedad pueda ir reduciendo sus límites y evolucionando hacia formas más armónicas.   

Cualquier estrategia dilatoria, cualquier mecanismo que busque retardar decisiones y complique el trabajo de las instituciones y los jueces y juezas, se vuelve un atentado contra el Derecho, la justicia y el país.  

Sí, señoras y señores, la mora es un atentado contra el desarrollo.  

Hay antecedentes, venimos de un camino de avances. Sin embargo, a  nuestro deber de preservar el sistema, de ejercer nuestro oficio cuidando los recursos jurídicos, se suma la tarea de distribuir mejor la carga de trabajo.   

Es importante que todos los sectores de la sociedad comprendamos que la mora no es un problema que se pueda vencer sometiendo a los jueces a multas y coerciones. Se requiere conocer la carga sistémica, que implica la complejidad de las materias, para una mejor distribución. Si se calcula, no hay un modo matemáticamente apto para que el sistema atienda esos casos. Lo cual requiere organizarlo para dar respuesta.  

De cada parte del sistema jurídico se espera un rol contra la mora.     

Necesitamos que las nuevas y nuevos abogados tengan conciencia de la importancia del trabajo contra la misma. Que aporten desde el inicio de su ejercicio a derribar esta problemática y encontrar su solución en una práctica jurídica que la comprenda como prioridad. 

Necesitamos que antepongan el Derecho a la ventaja de extender de manera indiscriminada los tiempos de los casos.  

 El Poder Judicial, sus jueces y servidores, tiene el compromiso firme de lograr un sistema capaz de dar respuesta oportuna a las controversias de las que somos apoderados. Combatir la mora judicial, reducir la carga del retardo en los procesos, es una urgencia mayor.  

Requiere que todos los órganos y operadores del sistema puedan adecuar su trabajo a esta búsqueda, en todos los distritos judiciales. Para hacer de la eficiencia un valor transversal, vinculando a la mejora paulatina, a los indicadores de gestión y desempeño, para así lograr una justicia acorde a los tiempos actuales. 

Uno de los principales puntos de la lucha contra la mora es combatir el desaliento del sistema. Lograr que los jueces y juezas podamos obtener cada vez más herramientas.  

Renovar bríos y fe en el papel de la justicia, en la posibilidad de su transformación inspirada en la necesidad de legar a nuestros hijos una mejor patria.  

Creer cada vez más que  nuestra carrera es un abono republicano, un compromiso de gran valor social y jurídico, que nos convierte en tomadores de decisiones de importancia y vocación sagrada para la convivencia.   

Esto es imposible con jueces coaccionados por la precariedad, castigados por imposibilidades y problemas que son sistémicos. Es, por el contrario, creando un ambiente de servicio en donde la administración sea central y basada en la reducción de la inequidad en la distribución de la carga laboral. En planes de trabajo que resultan de las necesidades del sistema y el sector justicia.  

Hay que hacer más eficiente el trabajo de los jueces y juezas para que puedan mejorar los indicadores de resolución. Y no les quepa la menor duda de que vamos a lograrlo.  

Abogadas y abogados,  

Hoy quiero saludar una trayectoria de una mujer que por lamentables razones no puede estar aquí y recibir la honra que le corresponde. Sin embargo, es valioso reconocer su camino, por considerarlo un estandarte para que cada día haya mejores servidores judiciales y mejores profesionales del Derecho.  

La Doctora Ana Rosa Bergés  aprendió a leer a los tres años, con los periódicos de su padre. A los 15 años se graduó del colegio. Se levantaba a estudiar a las 4:00 de la madrugada, siendo especialmente rigurosa con su formación, que era además integral, pues estudiaba Derecho, humanidades y música, llegando a destacarse en el piano.  

Es graduada Summa Cum Laude de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), a los 20 años. En 1964, ante la duda de sus padres, obtiene una beca para ser especialista en Derecho Civil, Comercial y Bancario en Bélgica, en la Universidad de Lovaina.  

Al regresar fue entre otros, consultora jurídica del Banco Central y la Sociedad Industrial Dominicana. Además, árbitro en la Cámara de Comercio y Producción de Santo Domingo. Autora de varias publicaciones jurídicas, profesora de la UNPHU, UNIBE y PUCMM.  

Fue activa miembro de la Comisión de Reforma del Código de Comercio de la Republica Dominicana, designada por el Poder Ejecutivo. Distinguida como Abogada de las Américas por la Federación Interamericana. Jueza de la Suprema Corte de Justicia desde 1997 hasta 2011. En 2009 fue también reconocida con grado de la Orden del Mérito del Gobierno francés por el entonces Embajador de Francia en nuestro país.  

La magistrada Arita, como le llamaban con cariño, ha sido maestra de grandes abogados y abogadas, imprimiendo pasión en la docencia como en el Derecho. La misma pasión con la que invito a todos y todas las presentes a empujar por una mejor Justicia para República Dominicana.  

 

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