Abogadas y abogados,
Hoy esta Sala Augusta es un litoral donde los sueños e ilusiones de muchos y muchas se empiezan a cristalizar. También la esperanza de sus familiares, de sus amigos y amigas, que tanto aportaron a hacer posible que se estén hoy juramentando. Terminado el tiempo de estudiantes, prestan juramento para convertirse en abogados y abogadas. Profesionales que deberán trabajar diariamente para ser estudiosos y aplicar el Derecho. Un oficio en el que hace falta tener fe, para construir cosas concretas. Pues el Derecho es una concatenación de acciones vinculadas a la mejora constante de sí mismo por la justicia. Y aquellos y aquellas que dedican tiempo a su estudio, tendrán la posibilidad de lograr mantenerlo vivo.Quienes se dan por derrotados por la cultura del desaliento y la soberbia, no podrán nunca cambiar nada.
Las 142 nuevas abogadas y los 127 nuevos abogados (269 en total), tienen la gran oportunidad de aportar e impactar de manera positiva en la nación que quieren para sus hijos y para sí. Les exhorto a comprender el Derecho como una tarea inacabada. Una pasión diaria por el sostén de la convivencia y un rigor. Una contemplación del propio accionar, de las reglas que lo hacen posible, como una aportación que debe ser justa y útil en virtud del principio de razonabilidad.
El ejercicio de los distintos actores y sectores en la sociedad debe tomar en cuenta la responsabilidad que esto supone. Y los jueces deben enarbolar su compromiso en forma y fondo. Y como ellos, los auxiliares de la justicia que operan como partes ante los tribunales, para sostener o derribar las posiciones, tienen un deber absoluto e impostergable: construir y contribuir con su trabajo a la existencia de un solo Poder Judicial. Una sola mística, con reglas y procedimientos, basada en el servicio para dirimir conflictos y mejorar la convivencia.
La integridad es un eje central de nuestros compromisos constitucionales y supranacionales. Es por tanto, una condición del sistema de justicia, establecida en lineamientos, leyes, reglamentos y principios. Es necesario entenderlos como mecanismos para la aplicación de una axiología transversal, como contexto y mística de nuestra labor todos los días. Y eso empieza por sabernos íntegros. Es decir, en todas nuestras partes, que a su vez hacen posible un rol en un sistema determinado por cada una de las que le dan movimiento. Esa integridad supone entereza moral para enfrentar los retos del presente y constituye el primer nivel de nuestra libertad de acción y de conciencia: fundamental para nuestra tarea ante la Justicia, de cara a la sociedad.
Abogadas y abogados,
El trabajo de la Justicia requiere ir de la mano de una institucionalidad que se asuma en la vivencia diaria de la transparencia y la igualdad ante la ley de quienes acceden a su servicio. La independencia jurisdiccional no puede ser un obstáculo para la razonabilidad. No hay islas judiciales, porque la funcionalidad está atada a esos factores de integridad sistémica para la preservación de la figura del juez, el valor de su investidura para asegurar que su trabajo cumpla su misión constitucional y social.
El sistema de Justicia es la quintaesencia del sostenimiento de las instituciones. Y como tal, nuestro servicio ante este es un vaso comunicante hacia su mejora paulatina y constructiva. Actualmente existen sospechas de que los jueces sirven o han servido a intereses divorciados del Derecho y la Justicia. Y para cuidar el Poder Judicial y su sagrada función, estamos obligados a demostrar que no es así. En 1971 en uno de sus célebres discursos, el propio magistrado Ruiz Tejada, a quien dedicamos hoy esta juramentación, dijo que “un país donde la sentencia de un juez no se respete, jamás habrá de lograr la paz y no podrá merecer el calificativo de ser un verdadero Estado de Derecho.”
Quiero aprovechar para resaltar las cualidades humanas de Ruiz Tejada. Un hombre muy humilde, de condiciones extraordinarias, que conocí yendo a misa en un automóvil muy modesto en la Iglesia Santo Tomás de Aquino. Recuerdo haber leído al magistrado Subero Isa llamarle “templo de sabiduría, morada de humildad y tesoro de probidad”.
El mismo Ruiz Tejada dijo otra vez: “Hagamos paz haciendo que en nuestro país haya de modo permanente una justicia a la altura de la felicidad que todos soñamos para esta tierra. Pero sobre todo a la altura de los sentimientos que deben anidar en nuestros corazones en defensa de la dignidad humana, en el realce de los bienes morales y de los valores del espíritu y en el fortalecimiento de los más caros principios de fraternidad universal.”
La función judicial es un apostolado, y por eso su figura superior es llamada “magistrado”. En esa función no caben conciliábulos, ni sombras, ni esquemas para el poder, sino el estudio humilde del Derecho y la pasión por la Justicia, la perspectiva y el entendimiento para valorar los hechos y moldear, con las decisiones, el futuro de la organización social.
“Si asumes que no hay esperanza, garantizas que no habrá esperanza. Si asumes que hay un instinto de libertad, hay oportunidades para cambiar las cosas, existe la posibilidad de que contribuyas a hacer un mundo mejor.” Parecerían frases de autoayuda, sin embargo, son palabras de Noam Chomsky, una de las figuras más destacadas y respetadas de las ciencias de los últimos tiempos.
Quiero aprovechar para honrar a Manuel Ramón Ruiz Tejada, quien fuera presidente de la Suprema Corte de Justicia por largo tiempo, jurista, profesor, abogado y humanista. Agradecemos a sus parientes, que hoy nos honran con su presencia. Un hombre que tuvo altura de miras, fe en el Derecho y perseverancia en el estudio y la acción. Un verdadero Magistrado de la nación.
Señoras y señores,
Para actuar en favor de la Justicia debemos primero creer en lo que hacemos todos los días. Aunque muchas cosas digan lo contrario, es necesario creer.Porque solo quienes creen en su rol, y en la naturaleza del mismo, son capaces de llevar la institucionalidad a asegurar certeza en la aplicación de las leyes.
En nombre y representación de la Suprema Corte de Justicia, les declaro legalmente investidos como abogadas y abogados. ¡Muchas felicidades y que tengan el mayor de los éxitos en la profesión!
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