Discurso I Graduación de Apirantes a Juez de Paz

7 de mayo de 2010

Hoy es un gran día para todo el Poder Judicial y muy especialmente para la Escuela Nacional de la Judicatura. Hoy tenemos el honor de entregar al Poder Judicial 14 excelentes personas, brillantes profesionales que superaron con éxito los requisitos de un proceso de selección altamente exigente y los rigores de un programa de formación de muy alto nivel. Pido excusa si definir de esa manera el Programa de Formación de Aspirantes pudiese parecer inmodestia de mi parte pero realmente creo que todos los que de una u otra manera participamos en este proyecto hicimos el mayor esfuerzo posible por imprimir un sello de calidad en cada uno de sus componentes.

Puedo asegurar, por el contacto personal con cada uno de los graduandos y por los comentarios y reportes que sobre su desempeño académico y personal continuamente recibí del personal docente que los acompañó durante todo el proceso, que hoy día el Poder Judicial cuenta con 14 nuevos recursos capaces de ejercer las funciones de juez de paz acorde con los más altos estándares de calidad.

Aquí sentados están todos ellos, con esa mezcla de tristeza y alegría, de certezas e incertidumbres, que acompañan a todos los graduandos en todas las graduaciones del mundo sin importar el país o la raza.

Vemos a Esther Verónica, con su parsimonia que puede confundirse con timidez, sus trabajos siempre impecables, sus respuestas siempre atinadas. El fuerte temperamento de Pilar y su solidaridad a toda prueba, siempre estuvo al lado de quien la necesitó.

Sergio, siempre atento, siempre al día, investigador a carta cabal, Solidario, cariñoso, caballero, integrador, se ganó el cariño de todos. La ponderación y el equilibrio que definen a Juan de la Cruz. Dicen en su pueblo que su paso por la Escuela, lo volvió calmado, que “antes él era más bulloso”, pero a nosotros siempre nos pareció muy formal, un tanto tímido, aunque con una capacidad extraordinaria de disfrutar de las cosas. Quien lo dude pregunte a Doña Catana y a Doña Teresa. Antonio fue el delegado del curso durante toda la duración de éste, ejerciendo tan bien su función que no hubo quejas de ningún lado. Buen amigo, su discreción y amabilidad permanente lo hicieron merecedor del afecto de todo el mundo.

Siempre contenta, con una contagiante manera de disfrutar la vida, de la cual el paseo a Barahona fue la mejor prueba. Gran compañera, excelente profesional, esa es Angela. Personalmente me llamó grandemente la atención el caso de Katia, una persona serena, íntegra, solidaria, amena, nunca perdió la calma y con un compañero de vida tan solidario, que muchos pensamos que a él también habría que darle hoy un diploma.

La calidad humana de Félix, sus excepcionales virtudes, su delicadeza en el trato, su amabilidad, su disposición de servicio, su preocupación por la justicia, por garantizar y mantener la dignidad de las personas, nos aseguran que será un gran juez cuando tenga su oportunidad.

Gladys Josefina es una persona de trato exquisito, siempre pausada y atenta. No es muy dada a la palabra, pero la gran calidad de sus trabajos hablan por si solas. Tiene la paciencia y la entereza necesaria para la función que espera desempeñar en el futuro.

Escudriñadora, inquieta, esa es Virgen. Insaciable de conocimientos, siempre un poco adelante, siempre queriendo ir un poco más allá. Defensora a capa y espada de sus posiciones, pero siempre dispuesta a escuchar a los que disiente de ellas

La vida de Yissel Josefina, quizás aún va muy de prisa, aunque ella ha demostrado fehacientemente claridad en sus objetivos. Cooperadora, inquieta, joven, dinámica, preparada y servicial y con una sólida formación profesional. Maritza posee una muy bien definida personalidad, una fina inteligencia y un gran sentido de responsabilidad. Su participación en los debates siempre aportó algo positivo.

Inés Altagracia siempre se mostró un tanto callada, aunque con una gran capacidad de observación y una excelente capacidad analítica. Demostró en todo momento su vocación por la administración de justicia. En ningún momento los obstáculos la asustaron. Recorriendo todos los rincones de la penitenciaria de La Victoria, manifestó que esa dura realidad reafirmaba su compromiso con la justicia, y que haría todo el esfuerzo posible por contribuir a mejorar la situación en la justicia penal.

Por último Indira, sopesada, centrada en sus objetivos de vida. Su rostro de niña y su paciencia son grandes aliados en su afán por alcanzar sus metas. Sabe controlar las situaciones, es estudiosa y siempre trabaja empeñada en lograr lo mejor.

No queremos hacer muy largo este momento y retrasar el fundirnos en un abrazo sincero deseándoles el mayor de los éxitos dentro del Poder Judicial dominicano. Sólo tres cosas: primero, tengan la seguridad de que la Escuela Nacional de la Judicatura tendrá siempre abierta sus puertas para ustedes y continuará contribuyendo a su formación independientemente de la posición que ocupen dentro del Poder Judicial. Segundo, no dejen de soñar, no abandonen sus ideales, nada ocurre si no hay sueños. Tercero, llenen de orgullo, con su desenvolvimiento dentro del tren judicial, a todos los que hemos depositado nuestra confianza en ustedes.

Quiero despedirme con una exhortación que escuche hace muchos años en otra graduación y que si mal no recuerdo pertenece a un gran Papa de la Iglesia Católica. Esta dice más o menos así: “que nada humano les falte, pero que nada solamente humano les sea suficiente”.

¡Felicidades!

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