Decidir también es un acto de conciencia

29 de diciembre de 2025

Palacio de Justicia de Santo Domingo Este. Espacio interior que refleja la sobriedad y la serenidad propias de la función judicial.


En la función pública, decidir no es solo un ejercicio técnico, sino una responsabilidad ética. Al cierre de 2025, esta reflexión propone una mirada serena sobre el liderazgo, la duda, el cuidado de las personas y la justicia como base de la convivencia democrática.


Llegué a este año con certezas técnicas y salí con preguntas más hondas. Aprendí que no todo lo importante se resuelve con decisiones correctas, sino con decisiones que se sostienen en la conciencia.

Uno de los aprendizajes más valiosos ha sido asumir grandes responsabilidades sin perder la capacidad de dudar. Esa duda, cuando no paraliza ni nace del miedo, es una forma de cuidado. Obliga a mirar mejor, a escuchar más y a no perder la perspectiva. Lejos de debilitarnos, nos mantiene humanos.

Hubo momentos de cansancio real. No solo físico, sino de ese cansancio silencioso que nace de contener palabras, de administrar tiempos ajenos, de cargar expectativas que no siempre se pueden ordenar ni explicar.

En esos momentos de cansancio, Paola estuvo. Con una presencia lúcida y consciente, supo aportar equilibrio en momentos decisivos.

Aprendí, también en lo personal, así como en la gestión pública, que el verdadero acompañamiento no empuja ni reclama, sostiene. Que amar es respetar el peso que el otro carga, sin intentar cargarlo por él.

Aprendí mucho de las personas con las que trabajo cada día. De jueces y juezas que deciden con rigor, aun cuando su esfuerzo los vuelve impopulares. De servidores judiciales que sostienen el sistema con trabajo silencioso y compromiso cotidiano. De los actores del sistema y de los usuarios que, incluso en la dificultad, esperan una justicia que llegue a tiempo y con sentido humano.

Ellos me recordaron que detrás de cada proceso hay personas y que cada decisión importa más de lo que a veces alcanzamos a medir.

Entendí que liderar no es tener todas las respuestas, sino cuidar que las preguntas conserven su potencia crítica para seguir haciéndonos pensar

Que el poder, cuando se ejerce sin conciencia, se vuelve ruido. Que la prisa es mala consejera de la justicia. Y que hay decisiones que solo se justifican cuando uno puede dormir después de haberlas tomado.

Confirmé que el largo plazo exige paciencia, incomodidad y, muchas veces, soledad. Pero también confirmé que no toda soledad es estar solo.

Pensé mucho en mi padre. En la certeza de hacer y sostener lo hecho sin esperar aplausos. En aquello que permanece cuando el cargo se disuelve y solo queda el nombre propio.

Pensé en mis hijos. En lo que aprenden no de lo que digo, sino de lo que tolero, de lo que cedo y, sobre todo, de lo que no negocio.

Este año me recordó algo esencial: no vine aquí solo a hacer que las cosas funcionen, sino a mantenerme fiel a mí mismo mientras funcionan.

Aprendí, finalmente, que cuidar la conciencia es más fácil cuando alguien cuida de ti sin condiciones, sin discursos, sin urgencias. Porque la justicia empieza en la conciencia. Y el amor que acompaña en silencio también es una forma de justicia.

Pido un 2026 en el que se mantenga viva esa conciencia de decidir, de cuidar y de sostener lo justo, desde la serenidad, la humanidad y el respeto. Porque cuidar la justicia es cuidar la República y a las personas que la hacen posible.


Publicado en Listin Diario

Decidir también es un acto de conciencia

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