En República Dominicana se ha hecho cada vez más frecuente que las instituciones no respondan según lo previsto en el marco democrático. Por eso, desde hace pocos años, ha surgido un concepto de democracia más ligado a la vida activa de la ciudadanía en el espacio público, un concepto de democracia más en el estilo ateniense, pero desde la informalidad y al margen de las estructuras institucionales de la democracia formal, la cual es deslegitimada cada vez más.
El problema radica en que la democracia formal no logra resolver la degeneración de las instituciones, en la que intereses individuales o particulares han ido ocupando el lugar que corresponde al bien común, dejando a éste, a su vez, como única posibilidad de expresión los espacios que están al margen de lo institucional en una especie de democracia directa, la de la polis, las plazas, las calles o el ciberespacio, como ámbitos del ciudadano consciente y comprometido con el bien común.
Lo grave de la situación es que la deslegitimación de las instituciones no deviene solamente de la captura de éstas por intereses particulares o porque tomen decisiones dando la espalda al clamor ciudadano, sino que este comportamiento se combina con la incapacidad objetiva de responder a demandas y apelaciones ciudadanas. Captura de las instituciones e insuficiencia de gestión de los problemas sociales por parte de las mismas tienen uncontrapeso en esa democracia directa de la calle y la plaza reales o virtuales.
En todo esto hay un riesgo: que el germen del populismo y la negación de las instituciones propicien salidas que pretendiendo representar el descontento social y la crítica radical de las instituciones, sirvan a la imposición de soluciones autoritarias o retrógradas.
La solución para evitar esto es más democracia: una vinculación más activa entre la vida institucional y el ejercicio de ciudadanía crítica.
Publicado en Santo Domingo, fecha 19 de octubre de 2011, ver publicación en Perspectiva Ciudadana
